Muchas son las empresas que al desarrollar sus actividades tienen relaciones económicas internacionales, tanto para proveerse de fondos financieros, para adquirir materias primas o cualquier clase de inputs necesarios para su actividad, o como parte de su actividad comercializadora e incluso productiva. En todos los casos la empresa tiene como escenario un país extranjero.

Por ello, cuando se habla de una empresa internacional o internacionalizada, el concepto se restringe un poco. Siguiendo al profesor Durán (2001) entendemos por empresa internacional aquella que sirve de forma regular a una demanda localizada en un mercado exterior –denominado país de destino–. A este respecto, Iborra et al., (2007) aluden que la empresa es internacional cuando mantiene relaciones producto-mercado con clientes de un país extranjero. Las siguientes cuestiones a plantearse son: ¿cómo se atiende esta demanda?; ¿qué implica para la empresa?; ¿dónde localizará la empresa sus actividades para servir a la demanda exterior? y ¿qué actividades realiza la empresa fuera de su país de origen?

Responder a estas cuestiones lleva a definir dos tipos de empresa internacional. Por una parte distinguimos las empresas exportadoras, que son aquellas que comercializan su producción en país distinto de su país de origen, es decir, que solo internacionalizan las actividades relacionadas con la comercialización; ademas, esta comercialización se realiza desde el país de origen, es decir, que en ningún caso la empresa exportadora necesita tener presencia directa en el país de destino. Un segundo tipo de empresa internacional son las empresas multinacionales. Estas últimas tienen presencia directa, inversiones propias, en el país de destino y, además, controlan las actividades empresariales en el exterior a través de unas empresas, localizadas en dicho país de destino, que se denominan filiales o subsidiarias. Estas compañías pueden dedicarse a diferentes actividades:

  • La comercialización de productos de la empresa que se han fabricado en cualquier otro lugar. En este caso, se denominan filiales de venta o comercialización.
  • La fabricación de productos o de subproductos y componentes de la empresa, denominándose filiales de producción o manufactureras.
  • La investigación –tanto básica como aplicada– y el desarrollo de nuevos productos o procesos productivos, que se denominan centros tecnológicos o de I+D.

En consecuencia, la decisión de invertir en el exterior o de internacionalización de la empresa, al igual que la aceptación o rechazo de cualquier proyecto de inversión, ha de venir justificada por el correspondiente análisis coste-beneficio, medido, por ejemplo, en términos de flujo de caja. Junto a este habrá que apreciar el nivel de riesgo que dicha inversión conllevaría y la repercusión en el todo empresarial. Por tanto, podría justificarse la decisión de acuerdo con el valor medio esperado (de los valores actuales netos o tasas internas de rentabilidad) y alguna medida de dispersión (varianza o desviación típica) como cuantificación del riesgo. Cuestiones que han sido expuestas en la Unidad didáctica 3.

La decisión de invertir en el exterior es el resultado de un proceso complejo diferente en algunos aspectos del que conformaría una decisión de inversión netamente doméstica. Entre otras, habrá con estudiar las variables del entorno del lugar geográfico en que posiblemente se localice el proyecto de inversión. Esto es, se deberán estudiar los aspectos fundamentales del sistema político, económico y social imperante y posibles modificaciones en los mismos, ya que de ellos se podrá apreciar el nivel de riesgo de dicho proyecto que podrá modificarse en aspectos tales como: «interferencias» del gobierno local en la repartición de beneficios; controles de cambio; posible discriminación contra la inversión extranjera; y así, hasta llegar a considerar la probabilidad de una expropiación total. Por tanto, la empresa que decida invertir en el exterior deberá analizar la situación de la balanza de pagos y situación económica en general del país o países en que piensa operar o desea actuar, así como el marco institucional en que se desenvuelven dichas economías.

Las causas que suelen generar resultados positivos podrían, en una primera aproximación, resu­mirse en las siguientes: ventajas de operar cerca del consumidor y mantener un mercado, con el fin de asegurarse determinadas fuentes de aprovisionamiento; participar en oligopolios locales, con acceso a fuentes privilegiadas de financiación y, en general, al uso repetitivo de la aplicación de conocimientos ya adquiridos. En general se cree que una razón fundamental consiste en la posibilidad de explotar una ventaja tecnológica y de conocimientos privativos de la empresa.

Efectivamente, determinadas empresas internacionales poseen ciertos conocimientos tecnológicos, de distribución y comercialización y, en general, de dirección y gestión en un sentido amplio, que pueden ser utilizados repetidamente, e incurriendo únicamente en costes de adaptación de esos conocimientos al nuevo medio en que van a ser explotados. De aquí que la empresa internacional, aparte de la protección que le confieren los sistemas legales sobre patentes, intente que estas clases de conocimientos no se difundan.

Por lo tanto, partiendo de que lo normal es actuar en un sistema de mercados imperfectos, puede decirse que realmente la transferencia de tecnología se realiza directamente de la empresa internacional a sus filiales y siempre que no se ponga en peligro la supervivencia y expansión de la empresa. El país en donde están localizadas las filiales suele recibir la tecnología incorporada al producto, al bien de equipo en cuestión, pero no la no incorporada que es la realmente privativa de la empresa; la cual le confiere una ventaja comparativa fundamental. Prueba de ello, es la gran dependencia tecnológica de la mayoría de los países respecto de las áreas económicas y regiones más desarrolladas.

Cabe destacar que la mayoría de los flujos de tecnología entre los países se producen dentro del sistema que representan el conjunto de empresas internacionales, es decir, son transacciones interempresas.

Un procedimiento directo de transferir conocimientos es a través de la concesión de «licencias» a empresas extranjeras. En este caso, se arrienda una licencia o permiso a una empresa extranjera para que esta utilice un proceso, una técnica, un modelo de utilidad e, inclusive, una marca de la empresa otorgante, en la fabricación y venta de un producto por un precio estipulado. Esta clase de contratos suele imponer ciertas restricciones como son: prohibir determinados mercados de exportación, la propiedad de cualquier innovación efectuada por la concesionaria, etc. Por ello, optar por la concesión de licencias o inversión directa dependerá tanto de las características y recursos disponibles como de la tecnología necesaria para elaborar sus productos.

Cabe señalar dentro del proceso de decisión de inversión en el exterior que la propiedad de las filiales extrajeras está en manos de las empresas líderes de los sectores intensivos en conocimiento, las cuales suelen tender a controlar totalmente sus filiales. Muchas empresas optan, en ocasiones, por constituir, sociedades de riesgo compartido o joint-ventures, aliándose con intereses locales, cuando las ventajas económicas así lo justifican y el ordenamiento legal lo exige en determinados casos.

En estas sociedades de riesgo compartido o joint-ventures el socio extranjero puede ser mayoritario o minoritario pero, en cualquier caso, el poder efectivo suele estar en sus manos. Entre las ventajas que para la empresa internacional tiene la creación de esta clase de filiales suelen esgrimirse las de tipo financiero (por ejemplo, acceso al ahorro local y financiación oficial); las de reducción del riesgo político, al estar directamente asociada a intereses locales y las de acceso rápido a un mercado. En cualquier caso, la tecnología suele estar controlada por los intereses o propietarios extranjeros, lo que les suele proporcionar rentas diferenciales y elevadas. En ocasiones este tipo de sociedades viene a ser en realidad un paso previo para hacerse con el control total de la filial. También cabe mencionar que un método de inversión directa muy utilizado es a través de la adquisición de empresas locales ya funcionando. Entre las razones que se podrían argumentar cabría señalar el hecho de adquirir una organización en funcionamiento con el consiguiente ahorro de tiempo en comparación con la creación de una nueva unidad económica, y los efectos que de ello se derivan.