De todos es conocido que el petróleo fue un aliado más en la derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Condicionó sus planes estratégicos, paradigmáticamente al analizar las circunstancias que rodearon la batalla de Stalingrado, aunque también en África y en otros frentes (incluso en las iniciales y relampagueantes conquistas de 1939 y 1940, los carros de combate alemanes tenían que parar a repostar en las gasolineras que encontraban por el camino)

Pasados ya unas semanas de los atentados de París y Bruselas, reaparecen los análisis más sosegados sobre la guerra contra el terrorismo yihadista desde diferentes puntos de vista. Obviamente, uno de estos puntos de vista es el económico-financiero. El Daesh, el acrónimo en árabe de Estado Islámico de Irak y el Levante (Siria) con el que se identifica al grupo terrorista que protagoniza una guerra convencional en territorio iraquí y sirio, y que envía a la muerte a sus suicidas para atentar con bombas y rifles de asalto a civiles que viajan en avión o que presencian un concierto de música en Europa, necesita, como cualquier organización, financiarse. ¿Cómo se financia?

La actividad más típicamente delictiva, como confiscaciones, robo de bancos, tráfico de obras de arte, secuestros y extorsiones, configuró un fondo inicial nada baladí de cientos de millones de euros. Sin embargo, una vez que se saquean los museos y los bancos y las mujeres yazidíes son rescatadas, el flujo financiero también desaparece.

Una muy importante fuente de financiación son las donaciones de particulares saudíes, qataríes o de otros países árabes. Putin, hace unos meses, denunció que algunos miembros del G-20 financiaban al ejército terrorista, aireando lo que era un secreto a voces. Toda la presión internacional, de una u otra forma, puede ir en dirección a un mayor control saudí de estos flujos de financiación cuestión que es, obviamente, muy complicada, pues los árabes temen que una mayor presión sobre sus elementos más radicales se vuelva contra ellos y provoque una situación parecida a la de Yemen. El control de las donaciones que llegan incluso desde occidente, es una de las armas económicas a utilizar en el largo plazo. Implica esfuerzos diplomáticos y de inteligencia. En todo caso, estas donaciones no pueden sostener la estructura militar y civil del Daesh que, como tantos otros países «ortodoxos», se financia por medio del comercio internacional y de su sistema impositivo.

Algunos medios sostienen que el Daesh produce entre 40.000 y 50.000 barriles de petróleo al día y que los vende a precio de 25-30 dólares el barril en las fronteras turca y jordana. De forma paradójica, los vende a los mismos, como Siria, que son sus enemigos. Unos ingresos anuales de 500 millones anuales por tanto. Los bombardeos rusos y americanos sobre camiones cisterna han destruido miles de vehículos en las últimas semanas, los suficientes para transportar unos 100.000 barriles. En los últimos meses, la capacidad productiva y de venta del califato se ha podido reducir a la mitad desde su punto álgido y, con ella, sus ingresos.

Al ser un estado incipiente, el Daesh también tiene su propio sistema de tributos. Los musulmanes pagan alrededor del 10% de sus ingresos a los terroristas a través de un impuesto llamado zakat. Los cristianos deben pagar un impuesto confiscatorio llamado jizya si no quieren ser esclavizados o asesinados. El problema es que la población a la que se recauda impuestos es cada vez menor, ya que el territorio del Daesh se ha reducido tras las últimas ofensivas en las que se han liberado las ciudades de Tikrit y Palmira casi un 40%. Por otro lado, la población que huye de la represión tampoco paga impuestos.

«A menos que consigamos el petróleo de Bakú, la guerra está perdida», fue la frase de Hitler pronunciada unos meses antes de que la batalla de Stalingrado, hoy Volvogrado, cambiase el curso de la guerra. Las bombas sobre el petróleo destruyen una parte fundamental del entramado financiero del yihadismo del Daesh y se están convirtiendo en el Stalingrado de los terroristas. Una muestra de su crisis financiera es el hecho de que se han visto obligados a reducir el salario de sus combatientes un 50%.